sábado, 25 de julio de 2009

REFLEXIONES EN UNA ASFIXIANTE NOCHE DE VERANO EN LA CIUDAD

En este momento no tengo preparado nada, simplemente escribo como me enseñó mi viejo profesor, dejándome ir en el momento sin ningún objetivo en mente. Escribir en todo momento, sin esperar a la inspiración. Cómo él nos repetía, siempre a punto para escribir, para sacar adelante la idea que nos piden, lejos de la imagen idealizada de aquel que se vuelca en expresar "su gran idea", torturado ante la página en blanco. Tachando cada línea, cada palabra. Emborronando papeles que ni tan siquiera piensa en reciclar.

Mejor escribir sin cesar y dando forma a lo que intuimos pero no llegamos a ver. Sobre todo, sobre todo, no quedarse parado, quieto esperando quien sabe qué. Esperando el milagro que nos esquiva siempre. ¡No, qué va! Que la inspiración me encuentre con el bolígrafo en la mano. O con un lápiz, una iPod -si es que sirve para eso-, un ordenador o un teléfono donde grabar las ideas para que no se escapen.

La gran virtud de Internet es la de lanzar ideas y escritos, inquietudes y pensamientos, locuras y estupideces a una especie de gran vacío, un remolino de oscuridad donde se pierden nuestras palabras, conducidas a quien sabe qué extraños destinatarios o condenadas a girar y almacenarse en circuitos que jamás serán elegidos. ¿Gran virtud? ¿O un ente pavoroso? Elijamos según el momento.

Pero sí, puede ser una receta para no aburrirse. Escribir y publicar, relatar nuestras inquietudes que a nadie interesan; por un instante pensar que llegamos a alguna parte. E ir encontrándonos con nuestros pensamientos, emociones, inquietudes, dándoles la palabra por fin, que no se queden dolorosamente enquistadas en nuestro interior sin llegar a tener jamás una forma, sin llegar a definirse y darse a conocer.

Buenas noches y buena suerte.

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